Formar a nuestros hijos
en la afectividad es ayudarlos a desarrollar su capacidad de amar. El amor se
transmite principalmente en la familia.
LA FAMILIA
"La familia es una
íntima comunidad de vida y amor" cuya misión es "custodiar, revelar y
comunicar el amor" con cuatro cometidos generales (Familiaris Consortio):
*Formación de una
comunidad de personas
*Servicio a la vida
*Participación en el desarrollo de la sociedad
*Participación en la vida y misión de la iglesia
Aprender a Amar
La capacidad de amar es
resultado del desarrollo afectivo del ser humano durante los primeros años de
su vida. El desarrollo afectivo es un proceso continuo y secuencial, desde la
infancia hasta la edad adulta.
La madurez afectiva es
un largo proceso por el que el ser humano se prepara para la comunicación
íntima y personal con sus semejantes como un Yo único e irrepetible; y que debe
desencadenarse al primer contacto del niño con el adulto perpetuándose a lo
largo de su existencia.
A pesar de que el hombre
fue creado por Dios con una capacidad innata para amar, el crecimiento y la
vivencia del amor se realiza a través de la experiencia que el hombre va
adquiriendo a lo largo de toda su vida. En el contexto individual de cada
persona, esta experiencia se ubica en su familia.
En la familia es donde
se hace posible el amor, el amor sin condiciones; los padres que inician la
familia con una promesa de amor quieren a sus hijos porque son sus hijos, no en
razón de sus cualidades. "La familia es un centro de intimidad y
apertura".
Es en el seno familiar
donde cultivamos lo humano del hombre, que es el enseñarlo a pensar, a
profundizar, a reflexionar. Es en el ámbito de la familia donde el hombre
aprende el cultivo de las virtudes, el respeto que es el guardián del amor, la
honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud,
etc. La familia nos invita a ser creativos en el cultivo de la inteligencia, la
voluntad y el corazón, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad preparados
e íntegros. El amor de la familia debe trasmitirse a la sociedad.
La familia es el primer
ambiente vital que encuentra el hombre al venir a este mundo y su experiencia
es decisiva para siempre.
"La familia, dice
Juan Pablo II, es la primera y más importante escuela de amor". "La
grandeza y la responsabilidad de la familia están en ser la primera comunidad
de vida y amor, el primer ambiente en donde el hombre puede aprender a amar y a
sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por
Dios".
Todo se relaciona con el
misterio del Padre que nos ha creado por amor y para que amemos. Nos ha hecho a
su imagen y semejanza, todos somos hijos suyos iguales en dignidad. Para
revelarnos su paternidad de amor "nos hace nacer del amor" de un hombre
y de una mujer e instituye la familia; ella es el lugar del amor y de la vida,
o dicho de una mejor manera: "el lugar donde el amor engendra la
vida".
Amor conyugal, modelo de
amor para los hijos.
"La familia es la
primera y fundamental escuela de sociabilidad, como comunidad de amor encuentra
en el don de sí misma la ley que le rige y le hace crecer. El don de sí que
inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí
que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas y entre las diversas
generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida
cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad
representan la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable
y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la
sociedad"(Familiaris Consortio)
Alguien dijo que
"se puede procrear fuera de la familia, pero sólo en familia se puede
educar", y educar para amar sólo se puede en el ámbito de la familia:
amando. El ejemplo es el mejor método para educar; hay una frase que dice
"Lo que eres habla tan fuerte, que no oigo lo que me dices". Qué nos
ganamos con decir, o pretender demostrar, amor a nuestros hijos, lo que importa
es lo que ellos ven en la forma como tratamos a nuestro cónyuge.
Tenemos que entender
claramente que no hay nada que eduque más y mejor a los hijos que el ejemplo de
amor que ven en sus padres como pareja. Para realmente poder amar a nuestros
hijos tenemos primero que amar a nuestro cónyuge.
El amor, factor de
desarrollo de los hijos
El otro aspecto
fundamental de la influencia del amor, dentro de la familia lo encontramos en
el desarrollo de la persona, más particularmente, de los hijos.
Cada familia, aun sin
pretenderlo crea un ambiente (de amor o de despego y egoísmo, de rigidez o de
ternura, de orden o de anarquía, de trabajo o de pereza, de ostentación o de
sencillez, etc.) que influye en todos sus miembros, pero especialmente en los
niños y en los más jóvenes.
CONOCER
Amar es buscar el bien integral
del otro. El que ama y sólo el que ama, conoce bien a la persona amada, porque
la conoce no sólo como aparece sino como es por dentro, y más aún conoce
"su posible", aquello que puede y "debe" llegar a ser. Como
dice Paul Valéry "lo que es más verdadero de un individuo, lo más de él
mismo, es su posible, lo que puede llegar a ser".
Partiendo del hecho de
que el hombre "es un ser en proceso" pensemos que es en la familia
donde más va a avanzar dentro de este proceso. Así podremos valorar la trascendencia
de nuestro amor a los hijos. Nuestro amor será responsable de que ellos
alcancen la estatura que deben llegar a tener, en todos los aspectos de su
persona.
El que ama no sólo
conoce lo que la persona amada puede llegar a ser, sino que "le ayuda a ello",
le ayuda a que desarrolle todas las potencialidades que tiene y que muchas
veces ignora, le ayuda a que sea lo que puede llegar a ser.
CONFIAR
La psicología afirma que
el afecto estimula el aprendizaje y desarrolla la inteligencia gracias a la
sensación de seguridad y confianza que otorga y que se desarrolla lentamente a
través de la infancia, la niñez y la adolescencia.
La persona humana que
está siempre en proceso de irse haciendo, es un ser con cierta dosis de
inseguridad. El que se siente amado experimenta dentro de sí una fuerza que
incrementa su seguridad.
Sentir la confianza de
las personas queridas es, no sólo de gran ayuda, sino en muchas ocasiones
"vital".
Confiar no significa
hacerse de la vista gorda, consentir, ceder. Confiar significa creer en la
persona a pesar de que los hechos estén en su contra.
Confiar en alguien
implica ser paciente, saber esperar.
¿Cómo podemos infundir
confianza en nuestros hijos?. Ayudándoles a que descubran sus cualidades,
limitaciones y defectos. Ayudándoles a que desarrollen cualidades, animándoles
y aplaudiendo sus logros por pequeños que sean, ayudándoles a que descubran a
dónde pueden llevarles sus inclinaciones si no las dominan y sobre todo,
haciéndoles sentir nuestro cariño. Para esto necesitamos no sólo paciencia,
sino también tiempo.
Lo contrario de la
confianza es descargar sobre nuestros hijos nuestro coraje e impaciencia, echar
en cara sus torpezas, fallas y malas acciones, sin transmitirles la seguridad
que tenemos de que pueden cambiar. El decirles "eres malo" en lugar
de "lo que hiciste" es una acción mala.
EXIGIR.
Exigir es un ingrediente
esencial del amor.
Sólo quién en nombre del amor sabe ser exigente consigo mismo puede exigir por
amor a los demás; porque el amor es exigente. Lo es en cada situación humana.
El amor, al que San
Pablo dedicó un himno en la Carta a los Corintios, es ciertamente exigente
"amor paciente, servicial, comprensivo...".
Amar a los hijos no
significa evitarles todo sufrimiento. Amar es buscar el bien para el ser amado
en última instancia y no la complacencia momentánea. Es posible que algunas
veces por amor a un hijo le generemos una frustración momentánea que en
realidad lo prepara para un bien más grande.
El amor necesita disciplina.
Citamos a Ignace Lepp,
en su libro Psicoanálisis del amor nos dice:
"El amor auténtico es el más eficaz creador y promotor de la existencia.
Si tantas personas - bien o mejor dotadas - siguen siendo tan mediocres, se
debe a menudo, a que nunca han sido amadas con un amor tierno y exigente"
Trascendencia del amor
El amor auténtico vivido
en la familia debe alcanzar a la sociedad, la familia debe salir de sí misma y
compartir esta vivencia profunda del amor entre ellos que es un reflejo del
amor de Dios Padre.
Los Apóstoles
comprendieron que el matrimonio y la familia es una verdadera vocación que
proviene de Dios, un apostolado, el apostolado de los laicos. Estos ayudan a la
transformación de la tierra y a la renovación del mundo, de la creación y de
toda la humanidad.
A este respecto el Papa
Juan Pablo II en la Carta a las Familias nos dice: "Queridas Familias:
vosotras debéis ser también valientes, dispuestas siempre a ser testimonio de
la esperanza que tenéis por que ha sido depositada en vuestro corazón por el
Buen Pastor mediante el Evangelio. Debéis estar dispuestas a seguir a Cristo
hacia aquellos pastos que dan la vida y que Él mismo ha preparado con el
misterio pascual de su muerte y resurrección."
El amor en la familia
tiene dos cometidos fundamentales:
1. Enseñar el amor,
aprender a amar. Revelar, custodiar y comunicar el amor, y proyectarlo a la
sociedad.
2. Ayudar a cada uno de
sus miembros, especialmente a los hijos, a que desarrollen todas sus
potencialidades, que lleguen lo más cerca posible, a lo que deben llegar a ser,
que alcancen la vocación a la que han sido llamados por su Creador
Tomado de ACIPRENSA
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